Primero nos asignaron un sueldo
manchado de sudor y enfermedad
y la necesidad de tatuarnos en las manos
la oscura posesión de las cosas.
Después llamamos voluntad
a las vallas clavadas en la tierra.
Trabajamos para los cartógrafos del dolor.
Delatamos, sin miramientos, a exploradores
que cavaban túneles en la sombra.
Nos acostumbraron al cautiverio.
Nos acostumbramos al cautiverio.
Un maquillaje torpe enmascara
las miradas que tiemblan.
Algunos respiran lento
para poder llamar a las cosas
por su nombre.
Dormimos de pie y por turnos,
nos sabemos presas,
intuimos que una vez fuimos
hermosos animales salvajes.