Dicen haber encontrado en los labios del otro
el antídoto contra el veneno de las piedras:
se besan con los ojos abiertos,
palpan sus pieles
como brotes de un jardín nuevo,
curan sus cicatrices con palabras de algodón.
Cuando se rozan el mundo cae rendido,
cuando se respiran tan de cerca
a los relojes se les para el corazón
y alguien sufre de envidia.
Cuando el silencio regresa a sus posesiones,
ellos se piensan inquietos:
todos los caminos conducen a sus bocas.